En medio de esta polarización, un grupo de periodistas se alzó como la voz del pueblo, denunciando incansablemente los desmanes de los funcionarios públicos.
Marino Zapete, Altagracia Salazar, Juan Bolívar Díaz, Mariasela Álvarez, Nuria Piera y Huchi Lora se convirtieron en los abanderados de la lucha contra la corrupción, liderando y respaldando la célebre y recordada Marcha Verde, un movimiento que movilizó a miles de dominicanos indignados por “el saqueo del erario público”.
Estos periodistas, en sus respectivos programas se la pasaban acabando con los funcionarios del gobierno, para ellos decir ladrón y masticar un chicle era lo mismo.
Micrófono en mano y cámaras al frente, subían a las tarimas al culminar las marchas para señalar a los responsables; “Ladrones”, “delincuentes”, “corruptos” y “prevaricadores” eran los epítetos que resonaban en sus discursos, mientras el pueblo, fervoroso, aplaudía su valentía.
Se presentaban como impolutos, imparciales, ajenos a los vicios que denunciaban.
Ellos estaban del lado de la justicia, y los corruptos eran siempre “los otros”.
La ciudadanía, hastiada de escándalos, confió en ellos, creyendo que su lucha era altruista, por el bien de la nación.
Sin embargo, el cambio de gobierno trajo consigo un silencio ensordecedor.
Aquellos que antes no callaban ante el menor indicio de corrupción ahora parecen haber perdido la voz. ¡Están mudos! ¡hicieron mutis! ¡se mordieron la lengua!
¿Dónde están las denuncias?
¿Dónde está la indignación que antes los caracterizaba?
La Marcha Verde quedó en el pasado, y con ella, al parecer, el celo investigativo de estos “impolutos”.
Juan Bolívar Díaz se encuentra en España, Huchi Lora y Marino Zapete se han retirado, y otros, como Nuria Piera, desvían su atención hacia temas menos comprometedores, como falsos títulos académicos.
Los “Impolutos” tienen la epidermis muy sensible, no pueden ser tocados ni con el pétalo de una rosa, los que llamaban corruptos y delincuentes a todo el mundo y se molestaban si eran demandados, hoy demandan cuando les han dado un poco de su propia medicina.
Los periodistas impolutos no miran hacia el gobierno actual ni a sus funcionarios, a pesar de que los males que antes denunciaban, como la corrupción, ineficiencia, nepotismo, abuso de poder no han desaparecido.
Este mutismo ha generado una profunda decepción en la población.
Los dominicanos que marcharon bajo el sol, que alzaron pancartas y corearon consignas, sienten que fueron utilizados.
La imparcialidad que estos periodistas pregonaban se desvanece ante la evidencia, sus denuncias parecían estar dirigidas solo hacia un partido, y con el cambio de poder, su interés por la verdad se desvaneció.
Lo que parecía una cruzada por la justicia ahora se percibe como una agenda personal, teñida de intereses políticos o conveniencias individuales.
El silencio de los “impolutos” no solo es una traición a la confianza del pueblo, sino también una renuncia a su propio legado y principios que decían enarbolar.
Al callar, han dejado al país sin la voz que prometieron ser, abandonando a una ciudadanía que aún clama por transparencia y rendición de cuentas.
Su credibilidad, construida con años de denuncias, se ha desplomado y hoy la percepción popular es clara; no eran tan imparciales como decían, ni tan impolutos como se vendían.
Eran, quizás, parte del mismo juego que juraron combatir.
@jacobocolon1
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