Los partidos políticos son una estructura del capitalismo donde se organizan las fuerzas para la toma del poder político y operan con armas similares al mercadeo, sin embargo, cuando sus operadores no hacen caso a las señales del mercado sobreviene el fracaso.
El país político dominicano pone sobre el tapete si es necesario continuar con los esquemas, prácticas y estilos del pasado. Estudios sobre la actividad comercial prueba que el consumidor actual es menos leal a las marcas y que el inmediatismo es su estilo de vida. Algo parecido se registra en la compra de ofertas electorales: la población se aleja de los partidos y la conducta que no tiene aún la explicación científica, pero esto parece no importar a las diferentes organizaciones.
Cada cuatrienio se contabiliza una disminución de participantes en las votaciones y, sin embargo, los partidos siguen tan campantes. Aunque los partidos son el soporte de la democracia a los profesionales de la política parece no importarles las consecuencias de esta erosión.
La lealtad casi fanatismo por los partidos es cosa del pasado. El seguidor político ahora tiene que ser estimulado en su espontaneidad, pero no hay seguridad de fidelidad a una la afiliación. Convocar a un mitin es una costosa operación. Quizá quede como epopeya la concentración para celebrar el Día del Trabajador que hizo la Fuerza del Pueblo en la pasada campaña electoral.
Los partidos saben que el voto tiene precio y en los días finales de la campaña destinan grandes suman para invertir en su captación, aunque se saben que en las elecciones normales el bolsillo del partido de gobierno es más grande.
La política es cara. Muy cara por eso algunos partidos hacen lo que sea para ganar. El dinero es necesario y el diablo tienta. Esta es una realidad comprobada.
También se registra una desproporción en el gasto operativo. Hay nóminas inoperantes que operan en panteones vacíos. Nadie va a los locales. La comunicación entre partidos y el mercado electoral ha evolucionado, pero no hay una adaptación a esa realidad que la eficientice y, además, baje los costos.
La “experiencia de Abril del 1965” nos da un país que dialoga, que concierta pero que se aleja de la participación popular. Sabemos que el apoyo de la población es decreciente.
La propaganda y la publicidad política tienen a tiro de dinero muchas herramientas cuyos costos aumenta de manera demencial. La inversión para alcanzar una curul torna sospechosa los objetivos a aspiración al contrastarla con los ingresos legales de un diputado. El empleo de bocinas, la compra de candidatos y el uso de las desacreditadas encuestas por ser utilizadas como instrumentos de promoción afecta la creencia de la población.
No hay que ser sabio para percatarse que la forma de hacer política requiere de la reingeniería que ponga los partidos a tono con su mercado. El desplome de una estructura se produce poco a poco. El descuido, el abandono, la apatía tarde o temprano se paga.
El país tiene un buen ejercicio político, pero qu izá esté enviando señales de agotamiento o los usuarios estén cambiando de gustos. Es posible que estén desencantados o que la oferta no satisfaga sus expectativas.
Quizá la estructura de los partidos o la forma de hacer política sean tema de estudio.
Por: Alfredo Freites;-
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