Quienes nos formamos en escuelas públicas en el gobierno de Joaquín Balaguer, recibimos clases de “Moral y Cívica”. Los sucesores de Balaguer eliminaron esa materia, imagino que en un inexplicable arranque de honestiad, aceptaron que los políticos no pueden enseñar “moral”. Ni quieren que conozcamos nuestros derechos y deberes cívicos.
Todas las cosas que “cayeron en desuso” después de Balaguer, nos traen a una nación sin respeto por los símbolos patrios. El presidente Luis Abinader, eliminó el escudo nacional de la iconografía oficial, la bandera es “un trapo” y, sin símbolos patrios, la integridad territorial no tiene importancia.
Tanto así, que desperdiciando una alucinante cantidad de dinero en un muro fronterizo absolutamente infuncional, Abinader le cedió varios metros del territorio a Haití.
Según el CIA World factbook, tenemos unos 60 mil miembros de las Fuerzas Armadas, donde gastamos entre el ocho y el seis por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Los 391 kilómetros de límite fronterizo con Haití, sin embargo, tienen más hoyos que un buen queso suizo.
Grupos patrioteros financiados por el gobierno para desviar la atención de la irresponsabilidad gubernamental, atacan a infelices indocumentados haitianos.
Nunca protestaron cuando Abinader regaló territorio, y eliminara el Escudo Nacional del centro de la iconografía oficial. Ni reclaman que el presidente y las Fuerzas Armadas garanticen la integridad territorial.
Mejor critican que el presidente del Instituto Duartiano, un prominente pedriatra, sea miembro de honor, por su trabajo científico, de la Academia Haitiana de Pediatría.
Los patrioteros están histéricos porque el doctor Julio Martínez Rodríguez dijo que debemos aprender a compartir la isla con los haitianos; Abinader “regala territorio”, no dicen absolutamente nada.
El patriotismo promueve amor patrio, el patrioterismo es xenófobo, promueve el odio a extranjeros, específicamente a los haitianos.
Balaguer tuvo sus lados oscuros, pero respetó los símbols patrios, y sus Fuerzas Armadas garantizaban nuestra integridad territorial, empezamos a sentir nostalgias por aspectos de su gobierno.
Ante las nostalgias por orden y seguridad pública, decíamos, “hace falta Trujuillo”, ahora decimos “aquí hace falta Balaguer”.
@jcmalone01
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