❝Reminiscencias❞
He visto, durante lo que va de Marzo, las reacciones de la Comunicación Social para conmemorar con cierta tristeza su partida.
Orlando fue una poda espantosa llevada a cabo por la intolerancia demencial de intereses muy poderosos de la República, que todavía siguen distantes, impunes, de la autoría intelectual de la barbarie de su asesinato.
Dejé pasar “Los Idus de Marzo” para apreciar la sinceridad de los sentimientos que suscitara la evocación de aquella derrota de la República al suprimirle su pluma, antorcha de la suerte nacional.
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En el centro, el periodista Orlando Martínez y el profesor Juan Bosch. Figuran también en la foto los periodistas Ramón Reyes, Antonio Espinal y Manuel Severino |
Era un tiempo peligroso, pero yo sabía bien cuál era el tipo de respeto y consideración que le tenía Balaguer a Orlando, porque éste fue el defensor por excelencia de sus Leyes Agrarias. Es más, eso lo llevó a la decisión de legalizar la existencia del partido político de izquierda PCD, al cual pertenecía el Mártir.
Hacía su defensa con mucha seguridad porque Orlando visitaba, casi todas las noches, mi hogar a hablar del Programa Agrario, a desentrañar mejor las razones de haber sido puesto en vigencia tan abruptamente en el año ´72; cosa ésta que yo comentaba con el Presidente Balaguer, que se sentía muy halagado de que así fuera.
No se quiso ver, desde luego, que la autoría intelectual correspondía a otros enclaves de poder con implicaciones muy delicadas de carácter internacional y acuerdos perversos con expedientes nacionales escandalosos de corrupción pública. Había recibido una carta que respondiera en Microscopio.
Siempre insistía con esa versión de hermano menor y le decía: “Orlando, no vayas a los lugares donde se producen las noticias sobre sucesos, porque uno se turba, y cuando los describe utiliza emociones fuertes.” Me refería a aquella ocasión tan penosa en que un brillante exponente del arte nacional fuera vejado en el Aeropuerto de las Américas, en una desconsideración indignante, que naturalmente Orlando no podía ignorar y menos asordinar. Le aconsejaba no exponerse “a las patas de los caballos” que otros implicados en casos más graves podrían utilizar.
Mi tristeza e indignación por su muerte no la he podido borrar y escribí unos modestos versos, entonces, desde el tiempo en que se perdiera.
Matar a un ruiseñor:
Orlando, ni la bala en la cara deformó tu inocencia.
Parecía un lunar, como si sintiera su horrible misión, como si tuviera el plomo conciencia de la noble vida que iba a segar.
A asomarme a tu ataúd presumí sus bordes como precipicios, grande fue mi asombro, y hallé tu expresión de paz y sonrisa,
¡Si te hubiesen visto quienes te callaron, sin arrepentirse se avergonzarían!
Ellos, ésto no leerán con sus retinas de pesos y de sangre.
Si acaso tienen hijos, o madres, o hermanos, o esposas y te hubieran visto digno y tranquilo, postrado en la muerte, podrían recelar del cáncer, del accidente, de la heroína, de la deshonra, de la ceguera, de la ruina total de sus familias, fatalizadas en sus besos con su baba de hienas.
¡No son maldiciones! ¡Para qué escupir Al estercolero! No había en tu rostro de niño muerto; ni rictus, ni mueca, ni odio, ni miedo.
¡Si te hubieran visto! podrían pensar que pueden seguir sin temer a Dios sirviendo a Satán, con tu sacrificio, le hicieron servicio al enviarle un justo de esta Patria absurda como rara muestra de lo que es futuro.
Los campesinos ignoran que el tráfico viento del crimen arrasó su mejor cosecha, ¡Que eres tú!
Más, algún día, tendrán el espejo de su joven muerto inocente, puro sonriente, honrado, por la inmolación en su causa inmensa.
Porque tú eres, no tan sólo eras, corazón secreto y distante del campo nuestro.
Ya lo sabrán cuando la mañana desgarre de su ignorancia las sombras y sea el regocijo y su suerte recordar tu ejemplo, y vivar tu nombre.
De niño cuando iba al campo, mi madre me reprendía “¡A quien mata un Ruiseñor se le rompe la honda!” yo obedecía candorosamente el piadoso engaño!
Quienes te mataron y así lo ordenaron Orlando, Perderán sus hondas el día que no esperen porque, además de corazón, fuiste Ruiseñor de aquel drama insomne.
Y la Madre Patria, hoy absurda y sufriente, no sabrá mentir, ni olvidar qué hacer con las hondas de los asesinos de sus Ruiseñores.
Comprenderán ustedes que a mis años se explica este tipo de reacción. El 5 de Abril traeré un artículo que publicara en la Revista Ahora en fecha 17 de Marzo de 1979, titulado “Prosas Pobres para un Aniversario Triste.” Era el cuarto.
Sigo entendiendo que acerca de las tortuosas investigaciones que se ordenaran y no se publicaran en los diarios hasta hoy en día, es más apropiado tratarlo en mi autobiografía “Lo que pude vivir”, que está por cobrar velocidad porque el tiempo me apremia, alejándome de las fatigas de mi tórrida existencia.
Por: Marino Vinicio Castillo R,;-
mvcastillo@email.com
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