Son esas promesas incumplidas lo que lo desvela al presidente Abinader. Aún está en la bruma de cuál será su legado porque a menos de dos años de su final no hay nada que ver.
Los pilares de su campaña: seguridad pública, anticorrupción, educación, comida barata, salud y menos préstamos se fueron por el sumidero y se lleva a los portaestandartes: a Leandro Macarrulla, segundo hombre del gobierno; al jefe de campaña ministro de Educación, Roberto Fulcar, y tiene entre la espada y la salida al ministro de Interior, Chu Vásquez, el creador de medidas absurdas.
En la realidad el presidente Abinader no ha cumplido y sí ha empeorado lo que ya se tenía como los rubros de independencia alimentaria, los circuitos de 24 horas, y la gestión hospitalaria. En vez de progreso hay retroceso.
Aun avergüenza saber que los niños reciben docencia y se alimentan sentados en el piso; que por falta de gerencia que este año inició con falta de maestros y de aulas teniendo un presupuesto que sobró para destinar recursos a la publicidad de la reelección; que anunciaron y no cumplieron buscarle aulas a los que carecían de cupo.
Y lo peor de todo, Luis Abinader no ha construido un aula en más dos años de gobierno.
Esta administración, que pierde confianza por el incumplimiento de las promesas de su campaña electoral, ahora tiene la torpeza de impedir que la gente hable y tenga fiesta en tiempo de navidad y haga un cierre virtual de negocios similar a la provincia Santo Domingo dejando en las calles a los delincuentes.
Al fracaso en darle seguridad a los ciudadanos se le suma los traspiés de un censo que hace a las buenas o las malas. Hay falta de pericia para gobernar.
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