Ante el comprobado rechazo de la población es sensato que el gobierno retire la intención de imponer nuevos impuestos para agregarlos al proyecto de presupuesto diseñado para el 2024.
Es innecesario exponer el paĆs a una revuelta.
Tenemos la experiencia de los aƱos 80 bajo el perredeĆsta gobierno de Salvador Jorge Blanco, cuando la violencia callejera y la represión militar baƱaron de sangre la historia nacional.
Fueron dĆas de tensión y hasta el gran dirigente JosĆ© Francisco PeƱa Gómez expuso su liderazgo para convertirse en el bombero oficial. El actual es otro escenario, pero estĆ”n pintadas las cosas para que se encrespen los Ć”nimos.
La población no entiende otras razones que las que estĆ” viviendo. La carestĆa en sus dos acepciones golpea a todos los sectores. No hay que detallarlas, estĆ”n a flor de piel.
En el gobierno tambiĆ©n hay divergencias. No existe una lĆnea maestra que una los criterios de los dirigentes que acompaƱan al presidente Luis Abinader, un dirigente que se muestra accesible, conciliador y flexible. Ya antes ha reversado decisiones, no es fĆ”cil porque hay precariedades y son muchos los agujeros que hay en el cielo gubernamental.
El gobierno no serĆ” apoyado por la oposición a cargar impuestos. Los podrĆa imponer y desatarĆa la aversión popular. QuizĆ” temiendo eso fue que se nombró a un jefe policial que viene precedido de la fama de duro y que de entrada amenazó con ser proclive a la represión. No es lo mismo hacer juicio sumario, alegar intercambio de disparos o cargar culpabilidades al buen tuntĆŗn que enfrentar a la población lanzada a las calles con uniforme de disgusto.
Un baƱo de sangre serĆa un atraso, un retroceso a nuestra marcha democrĆ”tica.
Conozco a los dominicanos. Son pacientes, tolerantes ante los abusos y parecen olvidadizos pero que nadie se fie. En un dos por tres ponen la mesa patas arriba. Que no quieran comprobarlo.
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